Pretexta by Federico Campbell

autor:Federico Campbell [Campbell, Federico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1978-12-31T16:00:00+00:00

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La dependencia de muchos poderes pero sobre todo del gubernamental impuso a El País la necesidad de aceptar esa mercancía que era de muy determinada calidad y de muy limitados alcances. Se llegó a extremos de caricatura, y así el periódico se convirtió en el más implacable sancionador de la represión en todos los campos. La situación del periódico convirtió a sus trabajadores en lo que ya de hecho se había convertido él mismo: en agentes del gobierno. Sus páginas fueron a partir de entonces fuentes indispensables de la Procuraduría de Justicia. Las deformaciones personales del dueño aparente hicieron que se establecieran relaciones de complicidad juramentadas con sus subordinados, pero no había podido ser de otra manera: nadie en pleno ejercicio de su dignidad humana, su sensibilidad, su razón, podía contratar su anulación individual a tales extremos, convenir de antemano en escribir sobre cosas que no existían. Y es que yo, para qué voy a negarlo, vine a ser algo así como un subproducto de la sociedad despojado de toda posibilidad de crítica y de reflexión. Me sabía un profesional de la farsa: el engaño sin máscara, estaba allí para que me usaran, me pagaran y me despreciaran. Mis colegas venían prácticamente de todos los campos, destruidos en todas las luchas, y no tenían más remedio que aceptar esa condición: improvisados, alcohólicos, y también triunfadores que se enriquecían sin culpa con su actividad o por lo menos alcanzaban niveles decorosos de vida encontraron una posición a través del oficio. Algunos procedían del lumpen y con la credencial de periodistas se disponían a llegar, pero casi siempre a cambio de una degradación de origen. No eran como el contador, el ingeniero, el abogado, el comerciante, el médico, que congruentemente ganan dinero, compran casas y automóviles y viajan al extranjero, no, en la mayoría de los casos acumulaban ingresos a partir de su adecuación a una mala conciencia que —a algunos de ellos, no a todos— habría de acompañarlos. Se hacían de su condominio, su rancho, o cualquier otro bien, porque se los había regalado el político tal o el industrial tal a cambio de tal. Era una forma de mendicidad la nuestra, una dependencia buscada como condición de sobrevivencia. Dábamos las nalgas sin que nos las pidieran. Los mismos periódicos eran regalos de políticos, que después solían seguir inyectándoles capital o cubriendo sus deudas, a algún amigo en decadencia. Llevaba una vida parasitaria, simbiótica. Todos me despreciaban pero al mismo tiempo todos me buscaban. Sólo para caer en esa trampa hube de rechazar antes otros oficios. No sé exactamente en qué grupo encajaba. Tuve la tentación de incluirme en el de los alcohólicos, pero me faltó valor.

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